Adolescente perdida, misterio en el Vaticano

En un buen artículo de Íñigo Domínguez, se intenta desvelar uno de los grandes misterios italianos: La familia de una menor desaparecida en 1983 reclama a Benedicto XVI que aclare un caso en el que siempre ha estado mezclado el Vaticano. Estos dias la TV Italiana aporta datos.

Emanuela Orlandi, desaparecida el 22 de junio de 1983 con 15 años, es la protagonista de uno de los más turbios misterios italianos, una historia aún viva que acaba de experimentar un sonado vuelco en la investigación.
 La tesis es inquietante. Orlandi, hija de un empleado de la Santa Sede y ella misma ciudadana vaticana -vivía dentro de los muros de San Pedro-, fue secuestrada por la Banda de la Magliana, famoso grupo criminal romano,para presionar al Vaticano, a quien reclamaba una gran suma de dinero, usado entre otras cosas para financiar al sindicato polaco Solidarnosc y a la oposición al régimen comunista. El dinero se lo habría prestado con la complicidad de monseñor Marcinkus, el controvertido director de las finanzas vaticanas (IOR), el único implicado que salió libre y vivo, gracias a la protección de Juan Pablo II, de la carnicería que cometieron con los responsables de la quiebra del Banco Ambrosiano. El mafioso Michele Sindona acabó envenenado en la cárcel con un café al cianuro y Roberto Calvi, director del banco, ahorcado en un puente de Londres. También fueron ajustes de cuentas por deudas.


El Vaticano ha estado mezclado en el caso desde el principio y los familiares de Emanuela tienen claro que sabe la verdad. Han visto a Benedicto XVI hacer limpieza sobre algunas lacras, como el propio IOR, y creen que es hora de afrontar el pasado.
Sin embargo, hace unas semanas, en la plaza de San Pedro, se volvieron a quedar con las ganas. Un grupo de personas con carteles que llevaban la foto en blanco y negro de la muchacha aguardaba que Benedicto XVI dijera algo de ella.

Pero Pietro Orlandi, hermano de la víctima, y el centenar de personas que corearon varias veces a gritos el nombre de Emanuela salieron decepcionados. «Si después de 28 años no se puede decir todavía una palabra sobre el secuestro, es que la verdad todavía es molesta para alguien, dentro y fuera del Vaticano», lamentó Pietro, de 52 años. En los últimos meses ha re cogido 40.000 firmas a través de internet en una carta en la que reclama al Papa su intervención para arrojar «verdad y justicia» sobre el caso. Por sorpresa, el Vaticano no ha sido insensible a su petición y en un gesto muy significativo Pietro Orlandi fue recibido por el secretario personal del Papa, Georg Gainswein, el 9 de diciembre. Pero tras salir con las manos vacías, tuvo palabras muy duras: «Se podía dar otra imagen de la Iglesia, espero que algún día Su Santidad encuentre el coraje para derribar el muro de silencio y ‘omertà’ que hay tanto en el Vaticano como en el Estado italiano sobre esta terrible trama; han atascado y escondido esta historia a toda cosa».

El gesto de Juan Pablo II.- La historia del caso es de película. Emanuela Orlandi salió de su casa el 22 de junio de 1983 para ir a clases de piano junto a la basílica de Sant’Apollinare, al lado de Piazza Navona, y nunca volvió. Llamó para decir que un desconocido, a bordo de un BMW, le había ofrecido un trabajo de venta de cosméticos. A los tres días empezaron las llamadas de personajes misteriosos que decían haberla visto. Hace relativamente poco, en 2010, fueron identificados como miembros de la Banda de la Magliana. Esta mafia romana -’la Banda’, a secas- protagonista de la película ‘Romanzo criminale’ (2005), dominaba los negocios turbios de Roma y estuvo implicada en los años setenta y ochenta en la mayoría de los asuntos sucios italianos por sus conexiones con los servicios secretos, la extrema derecha, la logia masónica P-2 , Cosa Nostra y el Vaticano.

A los diez días de la desaparición de la muchacha, el domingo 3 de julio, después del Ángelus, Juan Pablo II dirigió una llamada a los secuestradores de Emanuela para que la liberaran. Fue un gesto inédito, con el precedente de Pablo VI en el cautiverio de Aldo Moro, pero más curioso todavía si se piensa que en realidad nadie había hablado todavía de secuestro y no había reivindicación. Se produjo dos días después, con una llamada a la sala de prensa del Vaticano. Un hombre con acento anglosajón, que fue bautizado por la prensa como el ‘Amerikano’, dijo tener a la chica y exigió una línea directa con el secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Agostino Casaroli. Todo se lió más con otras llamadas, presuntamente de los Lobos Grises, el grupo nacionalista turco de Ali Agca, que dos años antes había disparado a Wojtyla. Exigían su libertad a cambio de la chica.

El ‘Amerikano’ hizo dieciséis llamadas, todas confusas y, según algunas teorías y un informe de los servicios secretos conocido en 1995, podía tratarse del propio monseñor Marcinkus. Además, como han señalado los magistrados del caso, solo marcaba la línea del Vaticano cuando, casualmente, los fiscales que estaban pegados al teléfono se iban de allí, como si controlara sus movimientos.


Para atrapar al ‘Amerikano’ se produjo un episodio entre la CIA y Mortadelo y Filemón. Llamaba desde cabinas y a la Policía se le ocurrió dejar fuera de servicio casi todas las de Roma, algo fácil porque la mayoría no funcionaran. Dejó 300 disponibles, controladas por agentes.
 La última llamada fue desde Porta Pía, pero la patrulla llegó tarde y solo vio alejarse a un hombre alto, con un sombrero que le cubría el rostro. Luego pasaron años de silencio. Pero en 2005 volvió a ponerse todo patas arriba con un descubrimiento del programa ‘Chi l’ha visto?’, el ‘¿Quién sabe dónde?’ italiano. Una llamada sugirió que si querían aclarar el caso Orlandi miraran en la tumba de Enrico De Pedis, alias ‘Renatino’, el jefe de la Banda de la Magliana, asesinado en 1990. Entonces se descubrió, con asombro nacional, que estaba enterrado con todos los honores en la basílica de Sant’Apollinare, cerca del lugar donde desapareció la chica. Pertenece al Opus Dei desde una fecha posterior, 1992. Más sorprendente fue saber, según la disposición del rector de la basílica, que uno de los más peligrosos criminales de Italia terminó allí, si es que está él en el sepulcro, por ser «un gran benefactor de los pobres». Dio el visto bueno el propio presidente de la Conferencia Episcopal italiana de entonces, el cardenal Ugo Poletti, pero no se lo pudo preguntar por «el favor que le había hecho ‘Renatino’», como decía la llamada anónima, porque había fallecido en 1997.

En un manicomio inglés.- A los tres años, nuevo bombazo. En junio de 2008 rompió su silencio Sabrina Minardi, antigua novia de ‘Renatino’ entre 1982 y 1984. Aseguró que Emanuela estaba muerta, que la había secuestrado De Pedis, por orden o en complicidad con Marcinkus, y que ella misma le acompañó a deshacerse del cadáver en las afueras de Roma. También contó que facilitaba señoritas a Marcinkus para encuentros pasionales y que éste reciclaba dinero de ‘la Banda’. El Vaticano reaccionó indignado con un desmentido, mientras recordaba que eran «informaciones sin contrastar de un testimonio de valor extremamente dudoso». Tenía razón, pues Minardi era toxicómana y sus recuerdos eran contradictorios, pero tenían píldoras de verdad. La Policía encontró la casa con un escondrijo subterráneo donde dijo que fue encerrada Orlandi. Y en agosto de 2008 dio con el coche utilizado presuntamente en el secuestro, un BMW gris que estaba donde señaló, estacionado desde 1995 en el parking subterráneo de Villa Borghese.

Al margen de la posible factura de aparcamiento, lo más llamativo es que había pertenecido a Flavio Carboni, oscuro personaje involucrado en la quiebra del Banco Ambrosiano. Al final, la Fiscalía, que tras retomar el caso tiene ya cuatro sospechosos investigados, ha decidido abrir próximamente la tumba de ‘Renatino’, a ver qué hay dentro.

El lío sigue como al principio. Continúan las llamadas anónimas con nuevos indicios a ‘Chi l’ha visto?’, el caso se sigue relacionando con la desaparición sin resolver de otra chica el mes anterior, Mirella Gregori, y el pobre Pietro Orlandi no deja de seguir cualquier pista. Visitó en 2010 a Ali Agca, que afirma que su hermana está viva, encerrada en algún lugar de Europa, y este verano se fue a Gran Bretaña porque un presunto exagente secreto dice que permanece recluida en un manicomio de Inglaterra. Los Orlandi creen que a estas alturas la única verdad posible está en el Vaticano.

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